Si miran la vida de una persona promedio, bien instruida y muy
trabajadora, hay un sendero similar. El chico nace, y va al colegio.
Los orgullosos padres están entusiasmados porque el niño se destaca,
logra calificaciones superiores al promedio, e ingresa a la
universidad. Se gradúa, puede ser que curse un postgrado, y luego hace
todo tal como fuera programado: busca un empleo o una carrera protegida
y segura. El chico encuentra ese trabajo quizás como doctor, abogado, o
miembro de las Fuerzas Armadas o del gobierno. Generalmente, comienza a
ganar dinero, empiezan a llegarle tarjetas de crédito en masa, y
comienzan las compras, si no empezaron ya.
Teniendo dinero para quemar, frecuenta lugares donde se contacta con otros jóvenes como él; y ellos conocen gente, hacen citas, y a veces se casan. Entonces, la vida resulta maravillosa porque, ahora, tanto el hombre como la mujer trabajan. Dos ingresos son una dicha. Se sienten exitosos, su futuro es brillante, y deciden comprar una casa, un automóvil, un aparato de televisión, tomar vacaciones y tener hijos. Llega el feliz “paquetito”. La demanda de efectivo se hace enorme. La feliz pareja decide que sus carreras tienen vital importancia, y empiezan a trabajar más arduamente, tratando de obtener ascensos y aumentos. Los aumentos llegan, como así también otro hijo, y la necesidad de una casa más grande. Trabajan intensamente, se convierten en mejores empleados, con mayor dedicación. Vuelven a la universidad para lograr capacidades más especializadas para poder ganar más dinero. Quizás busquen un segundo empleo.
Sus ingresos aumentan, pero también aumentan la categoría impositiva que les corresponde, los impuestos inmobiliarios sobre la extensa casa nueva, sus aportes a Seguridad Social, y todos los demás impuestos. Al recibir el abultado cheque de su salario mensual, se preguntan dónde fue a parar todo ese dinero. Invierten en algún fondo común, y compran los artículos de primera necesidad con sus tarjetas de crédito.
Los niños llegan a la edad de 5 ó 6 años, y se incrementa la necesidad de ahorrar para pagar los estudios, como así también para su jubilación.
Esa pareja feliz, nacida alrededor de 35 años atrás, se encuentra ahora atrapada en la “Carrera de ratas” por el resto de su vida laboral. Ellos trabajan para los dueños de sus compañías; para el gobierno, pagando sus impuestos; y para los bancos, al pagar las cuotas de su hipoteca y de sus tarjetas de crédito.
Entonces, les aconsejan a sus propios hijos que “estudien intensamente, obtengan altas calificaciones, y busquen un trabajo o carrera seguros”. No aprendieron nada acerca del dinero, excepto de aquellos que sacan provecho de su inocencia; y entonces continúan trabajando arduamente por el resto de sus vidas. El proceso se repite durante otra generación de esforzados trabajadores. Esta es la “carrera de ratas”.
Fragmento de “Padre Rico Padre Pobre” de Robert Kiyosaki
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